Tres hombres y un destino.

¿Qué tienen en común Don Draper, Frank Underwood y Walter White? La respuesta fácil y rápida es que son hombres y son los personajes protagonistas de series de éxito: Mad Men, House of Cards y Breaking Bad.

 

Tres hombres y un destino Seduce y Venderás
¿Algo más? SÍ. Son tres seductores, cada uno a su estilo. Y utilizan la seducción para vender.
Veámoslo un poco detenidamente, sin desvelar nada sustancial de la trama ni mucho menos el desenlace de las series:

Don Draper (Mad Men) es el seductor más prototípico de los tres. Es guapo, apuesto, observa mucho y habla lo justo. Es un duro de libro. Es la versión actualizada del cow-boy, trasplantada al mundo de las agencias de publicidad. ¿Qué vende? Su creatividad y encanto personal de chico malo. Seduce a las empresas anunciantes (y a mujeres y hasta hombres que se le acercan).
Frank Underwood (House of Cards) es un veterano animal político. Es un estratega total, en el trabajo y en la vida, que sabe persuadir, con buenas artes o malas artes, dependiendo del caso. Seduce a los electores a través de su labia y a los políticos por el poder que tiene.
Walter White (Breaking Bad) es un apacible profesor de química y padre de familia que experimenta una sorprendente transformación personal, movido, en principio, por un fin loable. Va saliendo de situaciones que, aparentemente, no tienen salida, a medida que afloran todas las aristas de su carácter (por algo la serie se llama ‘Breaking Bad’, o sea, ‘volviéndose malo’). Es el menos seductor de los tres, en sentido físico y casi psíquico, pero también lo es. Seduce involuntariamente -por su conocimiento, seriedad y fiabilidad- a todos aquellos que quieren ganar dinero con él o a su costa.
Por motivos muy diferentes, para medrar y/o por supervivencia, pero el destino que une a estos tres hombres de carácter poliédrico es, por tanto, la seducción. Don Draper lo hace para vender publicidad a grandes empresas y, en el plano personal, para satisfacer su ego; Frank Underwood, para llegar a lo más alto políticamente hablando y perpetuarse en el poder y Walter White, para ganar más y más dinero. Seduce y Venderás.

Publicidad que emociona

Cada uno de nosotros recibe aproximadamente 3000 impactos publicitarios al día, lo que equivale a más de un millón al año.  Estos impactos vienen en forma de cuñas en radio, anuncios en prensa o televisión, banners en internet, mensajes en los escaparates de las tiendas, carteles en la calle, opiniones de recomendación de un bloguero influyente… y cualquier otro formato inventado o que esté por inventar que nos cuente por qué necesitamos comprar un producto o servicio y no el de la competencia.

De estos impactos, recordamos muy pocos. De hecho, somos capaces de recordar poquísimos de ellos por la simple y llana razón que no nos tocan la fibra. Pero cuando uno es capaz de llegar a emocionarnos, entonces es cuando surge la magia, nuestras emociones hacen ‘click’ y no solo somos capaces de recordarlo, sino que además nos suele generar deseo, ganas de comprar el producto, ganas de que no nos emocione solamente en la pantalla sino también el uso del mismo. Porque la publicidad ayuda a vender si es capaz de seducir mediante la emoción.

Os dejamos un anuncio que a nosotros nos emocionó. ¿Qué os parece?

Vendedores y vendidos.

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La profesión de vendedor está bien vista (y remunerada) en las empresas. De hecho, es fundamental. No se concibe un negocio que no venda. La venta es la primera línea de la cuenta de resultados, la que determina todo lo demás. Sin embargo, fuera de la empresa, en “la calle”, el vendedor es percibido con desconfianza. El común de los mortales, ese que se ve ajeno a todo lo que suene a gestión empresarial (por mucho que forme parte de alguna empresa, aunque sea pequeña), recela de todo aquel cuya tarjeta de visita reza “vendedor” o similar. En cuanto en una reunión social alguien se presenta como vendedor, alguno tuerce el gesto. Y mucha gente entra en las tiendas casi a hurtadillas, rehuyendo al vendedor.
A casi todo el mundo le gusta comprar, pero, paradójicamente, casi todo el mundo odia que le vendan. ¿Por qué esa especial animadversión hacia el vendedor? Es algo así como un temor atávico a que nos engañe, a que nos lleve a tomar una decisión en contra de nuestra voluntad.
Por supuesto, hay vendedores inteligentes y vendedores estúpidos. Ninguna novedad: sucede en cualquier otra profesión, ya sean médicos, abogados, arquitectos, periodistas o lo que sea. Claro, el vendedor es alguien que, forzosamente debe relacionarse. Esa visibilidad continua, “non stop”, le hace exponerse continuamente a los demás y, por tanto, es mucho más susceptible de críticas que otras profesiones. Además, las personas con perfil comercial suelen ser buenas comunicadoras y expansivas. Eso es algo que desde la óptica de los que se consideran no vendedores bordea el terreno de la charlatanería. Los auto-considerados no vendedores se sienten puros y auténticos: carecen de aviesas intenciones comerciales. Se sienten legitimados a cuestionar a los vendedores porque ellos nunca aspiran a vender nada. ¡Mentira! (ahora veremos por qué).
El buen vendedor sabe sobreponerse a las dificultades y perseverar, pero también sabe no insistir cuando el interlocutor ya no está por la labor. Y el buen vendedor no sólo vende los productos o servicios de su empresa, sino que se vende a él. Si no, sí sería estúpido. Si no te vendes mínimamente -eso sí, de forma inteligente, sutil y con gracia-, no logras gobernar tus relaciones profesionales y sociales. Un buen vendedor lo tiene claro y, por tanto, aprovecha sus dotes comerciales para ofrecer a sus interlocutores –ya sean clientes o amigos- su mejor lado. Es ley de vida.
El problema es que los que abominan de la venta, los que recelan de ella, ¡nos quieren vender que no venden! Y eso, qué le vamos a hacer, ¡es también vender…! Y no sólo eso: ellos –al igual que los vendedores- empiezan el día eligiendo la ropa que se van a poner (es decir, la imagen que van a vender ese día), se venden para conquistar una pareja, se venden para lograr un puesto de trabajo y así podríamos seguir “ad infinitum”. Pero, ajenos a esa evidencia, en cuanto pueden, echan pestes de los vendedores y de la venta.
No nos engañemos. Los humanos somos animales sociales. Cada cual a su manera, pero quién más quien menos aspira al éxito social, con todos los matices y enfoques que pueda tener el concepto “éxito”.
El vendedor que trasciende su profesión y utiliza sus habilidades comerciales en la esfera social hace bien (si lo hace en la justa medida y con inteligencia). El (presunto) “no vendedor” que –en aras de una supuesta autenticidad o pureza casi moral- convierte en cuestión de estado el vendernos que él no vende, que él no está “corrompido” por fines comerciales, ese es el verdadero impostor. Engaña mucho más que el peor de los vendedores. Craso error.
Resumiendo, en el campo de las relaciones sociales también hay vencedores y vencidos. O vendedores y vendidos. Por algo el dramaturgo Arthur Miller (¡y fugaz marido de Marilyn Monroe!) dijo que “cada hombre vale lo que puede vender”.

El humor, un arma de seducción.

El humor es una poderosa arma de seducción, así en el amor como en los negocios. Entre sus muchos beneficios -fisiológicos y sociales-, el buen humor facilita el primer contacto con desconocidos y genera complicidad. Conscientes de ello, hay negocios inteligentes (y alegres) que saben utilizar el humor para captar clientes. Como hace esta taberna vasca.

Foto tomada en Sitges (Barcelona).

Foto tomada en Sitges (Barcelona).

 

El cliente, en el centro

Los cines de todo el mundo viven un momento difícil. Por mucho que de vez en cuando algunas películas como “Star Wars: el despertar de la fuerza” o “Jurassic World” insuflen vida a sus maltrechas cajas, esos oscuros espacios rectangulares que conocemos como salas de cine están en horas bajas. ¿Por qué? Porque cualquier dispositivo fijo o móvil donde se puedan proyectar películas compite con ellas.

AMC, la segunda mayor cadena de cines en Estados Unidos -por detrás de Regal- estrena consejero delegado. Se llama Adam Aron y es un tipo visionario. Aron es plenamente consciente de que las nuevas tecnologías de distribución de contenido audiovisual le permiten a cualquiera tener las películas al alcance de los dedos desde cualquier dispositivo móvil y proyectarlas desde el sofá a la pantalla de alta definición en el salón gracias a la red wifi. Por eso, Aron afirma que el gran reto de su cadena de cines -y de las de la competencia- es elevar el listón de las proyecciones en las salas para “hacer la experiencia aún más espectacular”.

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Seduce y venderás

¿Por qué nos enamoramos de una persona y no de otra? ¿Por qué somos clientes de una empresa y no de su competencia? Estas dos preguntas aparentemente inconexas tienen, en realidad, mucho en común: existe un paralelismo absoluto entre una relación amorosa humana y una relación entre una empresa y su cliente potencial, y ambas tienen como denominador común a las emociones como herramienta de seducción.

 

Si somos capaces de enamorar a alguien, quizá un día nos jure fidelidad eterna (o al menos lo intente). Y del mismo modo, si una marca es capaz de hacer que caigamos rendidos a sus pies dejaremos de ser sus meros compradores para convertirnos en sus fieles clientes.  Por lo tanto, si gestionas una marca, tu misión está clara: ¡seduce y venderás!

 

No en vano hemos querido titular precisamente así este blog que nace hoy con la intención de ofrecer reflexiones, ideas y consejos alrededor del mundo del marketing, la publicidad y la comunicación… siempre a través del prisma de las emociones, que a nuestro entender es la piedra filosofal que permite transformar el corazón más pétreo en puro amor, y a un consumidor fortuito en un fan de una marca.

 

A modo de brindis inaugural, los aquí firmantes queremos compartir con vosotros un resumen de una conferencia que realizamos a dúo en la última edición de Homenaje Pyme bajo el título ‘Cómo enamorar a tus clientes’. 

 

Esperamos que te guste la entrevista. Esperamos también que te SEDUZCA el blog y, por tanto, “verte” a menudo por aquí… ¡Ah! En tal caso, no te olvides de recomendárselo a tus clientes, proveedores, socios, compañeros de trabajo, vecinos, familiares (suegros y cuñados incluidos), amigos, exparejas, proveedores del barrio (peluquero, carnicero, frutero, panadero, director de la oficina bancaria, etc.) y cualquiera que se te ocurra a quien desees un mínimo bien 🙂

¡Gracias por asomarte! ¡Estaremos encantados de recibir tus comentarios y sugerencias!